El triunfo del Real Madrid no sirvió para mucho, diríamos que para nada, excepción hecha de Cristiano. Sus tres goles en Cornellà (45 en Liga) le sitúan cuatro por delante de Messi, a falta de una jornada para el final dela Liga.
Quien quiera aliviar el fracaso de los objetivos colectivos con las
conquistas individuales está en su perfecto derecho. En mitad del
naufragio cualquier tabla resulta tan acogedora como un camarote con
balcón.
Lo mejor que se puede señalar del Madrid es que cumplió con su
trabajo en condiciones adversas. Y no es poco. Durante muchos minutos
jugó al fútbol sin tener la cabeza en el partido. En ese rato, casi una
mitad entera, el problema no fue la falta de entrega, sino la ausencia
de convicción. El equipo corría y peleaba, pero se movía como un
autómata, sin sentimientos y sin pizca de fe. Resultaba evidente que los
jugadores no creían en el milagro.
Por el contrario, los futbolistas del Espanyol se
aplicaban con el entusiasmo de quien tiene un objetivo concreto (la
séptima plaza) y la ambición de vencer a un rival habitualmente
inabordable. A ese espíritu combativo se añadía el talento de Sergio García y Caicedo, dos delanteros tan distintos como un huevo y una castaña, pero a los que divierte intercambiar posiciones y papeles.
El Madrid pudo marcar hasta en sus peores momentos porque podría
hacerlo incluso dormido. Cristiano pudo abrir el marcador en mitad del
apagón porque él nunca duerme. Pero faltaba el fuego. O sobraban los
defensas ardorosos. En tales condiciones anímicas, el Espanyol se
encontró con el partido que buscaba, con grandes espacios por delante y
tiempo para pensar. Algo fallaba, sin embargo. A pesar de las buenas
sensaciones, los locales no alcanzaban la portería de Keylor, el guardameta de los guantes incorruptos.
En la segunda mitad, el Espanyol acusó el cansancio y el Madrid, el
orgullo. Cristiano marcó el primero y sus compañeros se dejaron
convencer por él. Casi todos. Keylor regaló el empate al dejarse robar la cartera por Stuani, en una jugada que ahora tendría a Casillas colgado del palo más alto del Monte Calvario.
Marcelo, con un trallazo,
y Cristiano, con dos goles más, cerraron un partido que sólo contará
para la estadística personal del mejor goleador dela temporada. No es
mala tabla para agarrarse si te encuentras en mitad del océano.
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