Pol Espargaró llegó con cara de preocupación a la clínica del circuito de Le Mans. A él no le pasaba nada, pero a su hermano Aleix quizá sí, porque acababa de sufrir una aparatosa caída en el FP3 de MotoGP. Le tranquilizó en parte un primer mensaje al móvil en el que le decían que su hermano mayor no tenía ningún hueso roto, pero hasta que no le vio y pudo comentar con él la maniobra no se quedó tranquilo del todo.
El saldo final es la mano derecha hinchada, con un ligamento roto, y dolor generalizado por todo el cuerpo como si una manada de toros le hubiera pasado por encima.
Aleix tuvo suerte de no sufrir lesiones más graves, pero esa mano, la del gas, le dará guerra en una calificación en la que esta vez no tiene pasaporte directo para la Q2, tras acabar duodécimo, justo por detrás de su compañero en Suzuki, Maverick Viñales.
“He tenido suerte de caer bien, justo de espaldas después de un vuelo de altura, pero ha sido la moto al caer
la que me ha golpeado la mano”, le comentaba Aleix a Pol mientras
sostenía una bolsa de hielo sobre la zona afectada, antes de irse a
descansar un rato.
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