Lo bonito de ganar la Intercontinental es lo que lleva implícito el
trofeo. El envoltorio más que la sustancia, más que el rival a batir y
el duelo en sí. Lo bonito de la Intercontinental es ese nombre tan sugerente y que para aspirar a la copa hay que ser campeón de Europa.
Lo bonito es el desafío con un marchamo de otra época. Una organización
del siglo pasado y árbitros tan capaces de decidir que el adjetivo
ladino se les queda pequeño. Ni sagaces ni taimados: descarados. Son
obstáculos que elevan la muralla más alta y dan valor al reto. A la
Intercontinental, decimos.
Contra algo de eso tuvo que luchar un Madrid que se presentó sin Rudy y sin Taylor,
ambos lesionados. Y que perdió en el minuto 15 por dos técnicas a
Sergio Rodríguez. Antes había recibido una Laso. La catarata de
contactos, la lluvia de manotazos, sacó de quicio a Sergio. Anotó sendos tiros libres y se los dedicó al árbitro Reynaldo Mercedes. Le señaló con los dedos y este le descalificó con la segunda técnica. Del colegiado dominicano aún se acuerdan en Argentina, y tardarán en olvidarlo. Participó en el atraco a la albiceleste en la final del Mundial 2002 con Yugoslavia como rival. El sello más rancio de la FIBA.
Hubo elementos adversos, sí. Incluida una torcedura de tobillo de Llull que dejó a Doncic al timón con 16 años.
Pero el Madrid también batalló ante un equipo que tapó limitaciones y
explotó su potencial. Ante un Bauru aguerrido, con dinamita en los
triples, con un fajador nato como Alex García y con piezas de talento
como el armador Ricardo Fischer (26 puntos), el alero Leo Meindl y el exmadridista Rafa Hettsheimeir (17).
La diferencia entre el asalto del viernes (91-90) y el de este domingo fue que los de Guerrinha anotaron seis triples menos que entonces (y aun así hicieron 10 de 28) y el Real atrapó 20 rechaces más esta vez (41 a 21), 15 de ellos de Ayón.
De Ayón a Thompkins.
Rebote y defensa fueron las piedras de partida, el soporte del éxito.
Luego, en ataque, los blancos mantuvieron el pulso firme y el ritmo
alto (79-91) con Llull (MVP) y Carroll por encima de los 30 minutos en pista y los 20 puntos.
El tirador de Laramie elevó el listón de inicio (17 de sus 22 tantos al
descanso) y Llull mantuvo el protagonismo en cada periodo.
Del 0-12 de salida pasamos al efecto acordeón por el empuje del Bauru y… los elementos, no se olviden. Fischer igualaba a 55 a 12:31.
Poco después Llull se doblaba el tobillo izquierdo. Sin los Sergios,
Doncic no se arrugó. Nocioni actuó bastantes minutos de alero, más que
en todo el curso pasado, cara a cara incluso con un escolta, el ex del
Maccabi Alex García. Intuíamos un final en el abismo, un desenlace de
manojo de nervios que no llegó porque Thompkins (justo de físico, boyante de talento) clavó 15 puntos desde el amenazante 55-55. Y Llull,
por si las moscas, regresó a pista. Casta. Apretó los dientes por el
dolor e hilvanó dos triples para coser la victoria (68-80)
El Madrid cierra el círculo: campeón de la Intercontinental 34 años después (1981). Y de nuevo en Sao Paulo, en un Gimnasio Ibirapuera ya talismán. Su quinto título en el palmarés, más que nadie. Y el quinto también consecutivo
tras la Supercopa, la Copa, la Euroliga y la Liga, algo que no
alcanzaba desde que Ferrándiz reinaba en la vieja Ciudad Deportiva, allá
por 1974. Aunque esta vez lo ha conseguido en 365 días exactos, sin
superar el año, hito sin precedentes en el baloncesto mundial. Historia moderna.
as.com
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