Volaron papelitos. Las camisetas, como siempre
revolearon por el aire. Las luces como flashes intermitentes midieron el
pulso de la pasión que dio aprobado. Los cánticos tronaron duro. Pero
fue una bandera colgada en una de las tribunas populares la que le dio el tono a este superclásico de vuelta por los octavos de final. El mensaje provocador y violento se instaló en La Bombonera. "Si nos c… otra vez, de la Boca no se va nadie", se leyó.
El descontrol obedeció al mensaje y gobernó La Bombonera.
Al minuto de juego, el delantero Daniel Osvaldo vio la primera amarilla
por una falta sobre Carlos Sánchez, al que más tarde fustigó con
palabras malintencionadas. Un aviso de lo que venía. Más pierna fuerte,
discusiones con el árbitro Darío Herrera. El fútbol, ausente.
La furia hecha coro entre los hinchas “Y pegue, y pegue Boca pegue”, premió el estadio a un patadón.
Los nervios superaron la tensión. Fernando Gago, reclamó a la vista de
todos jugar más corto. Osvaldo, molesto porque le negaron un pase,
pataleó. Apenas presagios, de lo que 20 minutos más tarde se consumó.
De la manga que une la salida del túnel de vestuarios al campo de
juego, salieron los jugadores de River tomándose la cara con los ojos
llorosos. “Nos tiraron gas pimienta” “Es lamentable” “Estamos quemados
no podemos ver” “Un papelón” “Es una partido de fútbol no una guerra”
“¿Y el árbitro” “¿Se suspende”? "Los jugadores fueron quemados por una
sustancia irritante, creemos que es gas pimienta" “River cobarde”. Todas
expresiones salidas de jugadores, médicos, periodistas, hinchas. Confusión total.
Las provocaciones jugaron su partido. Un dron disfrazado de fantasma
agudizó más la tensión. Más aplausos en lugar de solidaridad. Una hora después, el veedor de la Conmebol lo confirmó. El partido se suspende. Leo Ponzio uno de los jugadores más afectados por el gas, puso sensatez. "Esto no debió suceder. Es una locura. Lo generamos todos", reflexionó.
Sus compañeros de Boca Juniors en cambio, se ubicaron en la cancha
como si el segundo tiempo fuera a comenzar. Marcelo Gallardo se lo
recriminó a Rodolfo Arruabarrena. El plantel de River se quiso ir por el
túnel pero los hinchas lo impidieron con una lluvia de proyectiles. Lo
demás fue más allá del papelón. Los jugadores aguardaron con paciencia
por más de dos horas. Protegidos por los escudos de la Policía por fin
pudieron irse. No la violencia desde las tribunas. El arquero Agustín
Orión regresó a los vestuarios saludando a los hinchas, responsables de
lo que pasó.
La promesa violenta que se juró desde esa bandera ganó el partido. El fútbol lo condena más que nunca.
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