Los Warriors se habían metido en un pozo que amenazaba con tragarse su temporada perfecta. Irreconocibles, engullidos por el grit and grind de los Grizzlies, entregaron dos partidos seguidos y jugaron el cuarto, en Tennessee (la Grindhouse)
ante un rival ultra competitivo y que sacaba pecho porque se había
metido debajo de la piel del mejor equipo de la Regular Season. Con la
baja de Speights y haciendo rayos X a las costillas de Bogut tras el
descalabro del tercero, los Warriors habían caído antes de este partido a un 23% de opciones de ser campeones con respecto al 38% del cierre de la fase regular o al tremendo 46% que siguió al 1-0 ante los Grizzlies,
al que se unía la eliminación de los Spurs y la plaga de lesiones, de
las de los Cavaliers a, en el Oeste, Chris Paul... y, por supuesto, Mike Conley.
Todo iba bien hasta que surgieron los Grizzlies en el camino.
Surgieron, en realidad, las turbulencias que todos los equipos tienen
que sortear si quieren ser campeones. Los Warriors, que no habían
perdido tres partidos seguidos en toda la temporada, se jugaban más de
media vida en territorio hostil y con su maduración como grupo en
cuestión. Ganaron, colocaron un 2-2 que reordena la serie, les devuelve el factor cancha
y, sobre todo, voltea (por sensaciones) la inercia de una eliminatoria
que se le estaba escurriendo entre los dedos. Y lo hicieron con una genialidad del Steve Kerr en el planteamiento defensivo y golpeando a su rival en la figura de Tony Allen, ese motor contracultural sobre el que se había asentado la revolución grizzly.
Todavía queda mucha eliminatoria (toda: una serie a tres partidos) pero
los Warriors han salvado su primer momento verdaderamente delicado de
los últimos doce meses. Y lo han hecho gracias a un ajuste defensivo
crucial. Adaptación, riesgo y supervivencia. Eso son los playoffs.
Steve Kerr (al contrario que Kevin McHale en el Rockets-Clippers, al menos en los cuatro primeros partidos) evitó la muerte clínica de un plan que había encallado y planeó su contraofensiva desde la defensa. Los Warriors, recordemos, fueron el segundo mejor equipo ofensivo de la Regular Season casi en foto finish con los Clippers (109,8 por 109,7 en rating ofensivo). Pero fueron el mejor equipo defensivo (98,2 de rating) por delante de Bucks, Spurs… y Grizzlies (99,9). Con Bogut y Green inefectivos en cinco contra cinco
ante Marc Gasol y Zach Randolph, los Warriors mostraron puntuales
señales de vida en el tercer partido con quintetos más pequeños, un small ball que le suele funcionar como recurso por la polivalencia como navaja suiza defensiva de Draymond Green.
A partir de esa idea, Kerr diseñó un plan de esos que jamás se aplican
en Temporada Regular pero que cambian eliminatorias de playoffs. Una vida extra basada en poner la intensidad de Green sobre Marc y la movilidad de Harrison Barnes sobre Zach Randolph. Klay Thompson desde el principio como sombra de Mike Conley… Andrew Bogut como defensor de Tony Allen.
“Se trataba de retar a Tony Allen a que metiera tiros desde el
perímetro. Y si metía 20 puntos a base de enchufar triples… pues le
aplaudíamos cuando estuviera camino de la siguiente ronda”. Así lo explicó Bogut tras el partido. Allen, uno de los mejores defensores de perímetro de la NBA en la última década (campeón con los Celtics del big three y Doc Rivers en 2008), es un tirador de tres del 27% en su carrera
y su tope de triples intentados por partido es… 1, en la 2006-07. En la
última temporada no ha pasado del 24% en lanzamientos a una distancia
de entre dos y tres metros del aro. Con eso en mente, Bogut apenas
seguía a Allen cuando cortaba por debajo del aro. A partir de ahí, le
concedía todo el espacio de perímetro y se concentraba en sellar la zona y alargar las ayudas a sus compañeros.
Un problema para las penetraciones de Mike Conley, para el letal juego
en la media distancia de Marc y para los movimientos al poste de
Randolph.
Ya en el primer ataque de los Grizzlies en el partido, el pívot australiano dejó libre a Allen y cerró la ayuda sobre Randolph:
Ya en el primer ataque de los Grizzlies en el partido, el pívot australiano dejó libre a Allen y cerró la ayuda sobre Randolph:
En lugar de acudir al cebo de los tiros del escolta (2/9, 0/3
en triples), se quedó siempre en la pintura provocando superioridades
constantes de la defensa y colapsando el tráfico cerca del aro:
También cuando penetraba Conley se encontraba el corpachón de Bogut por el camino:
…Para reactivar un ataque que pasó de extraordinario a errático entre el primer y el tercer partido. Del 6/26 en triples del segundo a un 14/33 mucho más normal para un equipo que ganó reboteando menos, repartiendo menos asistencias y cometiendo más personales. Daba igual, todos los números quedaban absorbidos por una ocupación espacial que cambió totalmente las reglas de la partida. Desde la defensa, Golden State Warriors volvió a atacar con sentido, a llegar en transiciones rápidas y a liberar a un Curry que llevaba 21 puntos al descanso y que lanzó 15 de sus 22 tiros totales sin ningún defensor en un radio de un metro. Corrección a sus problemas (del 48,7% en tiros de temporada regular al 37,5% de las dos derrotas anteriores). El equipo de Oakland anotó 61 puntos en un primer tiempo en el que su ratio ofensivo se fue a 119,6. Inalcanzable para los Grizzlies... y para cualquiera. Porque la circulación y el movimiento lejos del balón volvieron a generar espacios para los tiros de porcentaje alto, como el triple frontal que tanto gusta a Draymond Green:
Y porque el juego en transición permitió a Curry sorprender sin encuadernar a la defensa de los Grizzlies, menos terrorífica con Tony Allen preso en el banquillo:
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