El Barcelona se proclamó campeón de Liga en el campo del Atlético de Madrid
a lo grande. Ganando el partido decisivo en el campo del actual
campeón, cuya afición en un ejercicio de deportividad instaurado hace un
año en el Camp Nou cuando el decorado era
absolutamente contrario, ovacionó al conjunto madrileño cuando se alzó
con el título. Y como no podía ser de otra manera, el triunfo tuvo la
firma de Leo Messi. El gol del mejor jugador del mundo hizo inútil el hat-trick de Cristiano que llevó al Madrid al triunfo en Cornellà. El Barça,
tras vencer por 0-1 liquidó el campeonato una jornada antes del límite
en un campo donde sólo ganan los grandes. Con este triunfo, el Barcelona
suma su séptima Liga de las últimas once. Todas ellas con Messi en el
equipo.
Esta Liga del Barça no podría explicarse sin Leo Messi, el
mejor jugador del partido, el mejor de la Liga y el mejor del planeta.
Un tipo que se ha reinventado para ser aguijón en ocasiones y cerebro en
otras. Ante un rival dignísimo como el Atlético, que únicamente miro
por sus intereses y que nunca miró al vecino el Barça sacó adelante el
partido decisivo. No fue la actuación más brillante de los
barcelonistas, pero sí el partido que ejemplifica lo que ha sido este
equipo. Un Barcelona al que para marcarle un gol has de sudar sangre y
ante el que no te puedes descuidar dado el arsenal que presenta en
ataque, donde reina un tal Leo que marca las diferencias a pesar de que le faltó Luis Suárez.
Messi empezó de extremo, cuando vio que las cosas no
funcionaban, se pasó a la punta de ataque como falso nueve y marcó el
gol que le dio la Liga al Barcelona cuando se incrustó como mediapunta
llegando desde atrás. Y acabó el partido como extremo distrayendo la
pelota en el córner del equipo rival. El jugador total ya tiene otro
título de Liga. Y este, sin duda, lleva su firma.
Pero mucho antes de que Messi sentenciara el campeonato número 23 para el Barcelona, Bravo
sostuvo al equipo con dos paradas escandalosas en la primera parte
cuando el Atlético enseñó los dientes. El Barcelona, aferrado a su
portero aguantó la embestida local antes de desarrollar su juego. Las
piernas en el equipo blaugrana venían maltrechas de la semifinal de Champions ante el Bayern Múnich, pero a base de toque y de la movilidad de Messi, el equipo de Luis Enrique se fue haciendo con el control del partido.
Después de la amenaza del Atlético, Messi puso a prueba a un Oblak que se mostró tan seguro como de costumbre y el partido únicamente se agitó cuando Undiano Mallenco ignoró un penalti catedralicio por manos de Juanfran en el área local justo antes de que ignorar otro penalti, éste menos claro, de Godin a Alves, que en una decisión para enmarcar castigó con falta el jugador colchonero y tarjeta al barcelonista.
Con el partido empatado, estaba claro que la Liga estaba en los
pies de Messi. Independientemente de lo que pasara en Cornellà, el
Barcelona tenía muy claro que la resolución del partido y de campeonato
pasaba por Leo, que en el minuto 65 se inventó una jugada que estaba a
medias entre el fútbol sala y el billar para alojar el balón en la
esquinita de la portería de Oblak.
A partir de ahí, la prestancia física del Barcelona que ha
forjado Luis Enrique hizo el resto sumado a la sapiencia atávica que
estos jugadores tienen asimilada para conservar el balón en situaciones
de riesgo. El Barça se resguardó, se defendió con la pelota, corrió más,
mantuvo su puerta a salvo, ganó la Liga. Y el Calderón, aplaudió al
final.
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