"Era imposible sacar una mala fotografía de Michael Jordan. Le quité más que a ningún otro atleta a lo largo de los más de 50 años que tuve de carrera. A inicios de este mes, 30 imágenes de Jordan estarán disponibles en el Field Museum
de Chicago, en una exposición llamada 'Open Air'. Se trata de un regalo
a la ciudad de Chicago, así como Jordan lo fue hace 30 años. Michael
fue la combinación perfecta, la persona correcta en el momento correcto,
para levantar a los Bulls y a la ciudad. Supongo que yo también estaba
en el momento perfecto y en el lugar idóneo, porque fui un privilegiado
por capturar estos momentos", explica en 'The Players Tribune' Walter Iooss Jr., el fotógrafo autor de esta galería.
La última vez que Golden State Warriors jugó una final (ganó su tercer y último título) fue en 1975. El año en el que nació Microsoft, Volkswagen acababa de introducir el Golf y NBC La Ruleta de la Fortuna. Un año en el que EE UU se debatía entre las consecuencias del Watergate y los últimos estertores del infierno de Vietnam. En el que Spielberg reinventó el término superproducción con Tiburón y Ali derrotó a Frazier en el mítico Thrilla in Manila mientras las Series Mundiales de béisbol alcanzaban índices de audiencia nunca vistos en una retransmisión deportiva. Los Reds de Cincinnati ganaron a los Red Sox de Boston meses después de que los Warriors se convirtieran en campeones de la NBA tras batir en la final (4-0) a Washington Bullets. Rick Barry fue MVP. Quedaban poco menos de 13 años para que naciera Stephen Curry. Ahora los Warriors vuelven a la final, cuarenta años después. Un suceso generacional en la Bahía de San Francisco que colisiona con la quinta final seguida y la sexta en nueve años para LeBron James. Esas cuatro décadas suponen la mayor distancia que jamás ha unido dos finales disputadas por un equipo NBA y Cleveland lleva desde 1964 sin ser campeón en ninguno de los grandes deportes profesionales (ya se sabe: God hates Cleveland…). Así que gane quien gane será una gran historia. Vaya que sí: el Rey LeBron nació en Akron, igual que el príncipe Stephen Curry. David Blatt y Steve Kerr compartirán condición de entrenadores rookie en la NBA, algo que sólo había sucedido una vez antes en toda la historia de las Finales. El que gane será el primer técnico novato en ser campeón desde Pat Riley (1982, Lakers). Ningún jugador de los Warriors ha jugado una final de la NBA mientras que los Cavaliers cuentan con seis campeones: LeBron, Marion, Jones, Miller, Perkins y Haywood. Ambos equipos llegan con un balance conjunto en playoffs de 24-5, el mejor para dos finalistas desde el 22-4 que sumaban Bulls y Lakers antes de la final de 1991, aquella en la que Magic entregó el relevo a Jordan. LeBron llega tras casi ser el primero en promediar 30+10+10 en una eliminatoria (30,2 puntos, 11 rebotes y 9,2 asistencias en la barrida a los Hawks) y Curry lo hace como MVP, con 31,2 puntos de media en la serie ante los Rockets y con ya 73 triples, quince más del que hasta este año era récord en playoffs, de Reggie Miller. Y con opción de convertirse en el primer jugador de un Quinteto Ideal que derrota a sus cuatro compañeros de alineación en ruta hacia el título: primero Anthony Davis, luego Marc Gasol, ahora James Harden y por delante, LeBron James. Comienza el próximo jueves 4 de junio, en el Oracle Arena de Oakland. Y será sencillamente extraordinario. ADVERTISEMENT La fuerza de los números Strenght In Numbers: la fortaleza de los números. Ese es el lema, la marca que los Warriors han elegido en esta marcha por los playoffs. Y no es casual: este ya no es un equipo simpático y divertido de ver, como lo fue tantos años del Run TMC al Nellie Ball de Don Nelson y Baron Davis. No: este es un equipo extraordinario, que jugó una de las mejores Regular Season de la historia y al que no le ha temblado el pulso en playoffs: 12-3 total, 7-1 desde que se vieron 1-2 y con el factor cancha perdido contra los Grizzlies. Aplomo y recursos, madurez y la solidez que da jugar de maravilla casi siempre pero saber ganar de mil maneras. Desde la profundidad y desde la combinación letal del casi, casi mejor ataque de la NBA (a centésimas del rating de los Clippers) con la mejor defensa. Steve Kerr cogió el trabajo brillante en defensa pero plano en ataque de Mark Jackson e introdujo un sistema moderno, colectivo y móvil, con una llamada clara a sus mentores: un toque de Phil Jackson, unos cuantos de Gregg Popovich. Un ataque maravilloso en una plantilla ultra profunda y de roles perfectamente definidos. En total, los Warriors están 79-18 en la temporada. 79 victorias, una cifra que ha garantizado el título a todos los equipos (sólo once antes) que han llegado a las Finales con ella en el pasaporte. Los primeros cálculos les dan algo más del 70% de opciones de ser campeones en ecuaciones y tablas analíticas que sólo puede combar LeBron James (y puede hacerlo). Pero los Warriors son muy favoritos: tienen factor cancha en una caldera en la que están 46-3 en toda la temporada. Están 49-2 en partidos en los que el rival no llega a cien puntos y, por ejemplo, han ganado los 54 partidos en los que han alcanzado en algún momento una ventaja de al menos 15 puntos. Casi imbatibles en su casa, casi imbatibles si marchan por delante en el marcador: un equipo extraordinario. Los Rockets se fueron a casa de mala manera, un mal final a una temporada brillante en la que dieron un paso adelante con respecto a la anterior y en la que regresaron a la final del Oeste tras una remontada sobrecogedora a los Clippers. La fe les duró en el quinto partido lo que la empanada a los Warriors: un cuarto y medio tras un primer parcial (17-22) en el que los locales firmaron un 2/20 en tiros tras jugada en estático. Dwight Howard sostuvo, junto a algún cable de Jason Terry, a su equipo (18 puntos, 16 rebotes) pero se destempló en un final feo en el que los texanos encajaron mal la derrota, con más golpes que canastas. Uno fortuito, de Ariza, noqueó a Klay Thompson, que terminó con síntomas de conmoción que proyectan una sombra sobre la felicidad plena en la que vive un equipo que ganó desde la defensa y el trabajo, en esa otra versión que ayuda a ganar esos partidos que conducen a los campeonatos. Fue una colisión dura y con tramos francamente feos (sobre todo en los cuartos impares) pero es el peaje de salir como campeón del, seguramente, Oeste más salvaje de todos los tiempos. Y hacerlo con un 12-3 en playoffs… En el duelo individual, el que ha dejado el obvio regusto de que Stephen Curry fue justo MVP, James Harden también acabó escaldado. Su temporada es en cualquier caso colosal, sus actuaciones en los partidos dos y cuatro un mejor punto y final que este quinto en el que perdió 13 balones, récord total de playoffs (era 11, de John Williamson) y a un paso del absoluto de la liga. Sólo anotó dos canastas en juego (2/11, 14 puntos), estuvo desaparecido en el último intento de su equipo tras el tercer cuarto y dejó una estadística francamente miserable: mismo número de pérdidas (esas 13) que de canastas, rebotes y asistencias… combinados (2+6+5). Pese a todo, y con ese toque de supervivencia militar con la que han acabado los playoffs los Rockets, el partido estaba 76-70 ya en el último cuarto y antes del estirón final, en el que no participó Bogut y lo hicieron poco Green y Thompson. Curry se limitó a coreografiar un ejercicio tremendo de contundencia defensiva en el que participaron Iguodala, Ezeli, Livingston y Harrison Barnes: profundidad. Este último, un alero que vive mucho más feliz en el ecosistema Kerr que en el juego de aclarados de Jackson, fue el gran héroe del partido con 24 puntos y 7 rebotes. 9 puntos seguidos del 78-70 al 87-72 y 13 puntos con un 5/10 en tiros en ese último cuarto. Un ejemplo de la capacidad descomunal de este equipo que contó con algunos de los mejores tramos de todos los playoffs de Klay Thompson (20 puntos, 4/6 en triples) y con un 26 puntos+8 rebotes+6 asistencias de un Curry que no pareció hacer nada extraordinario pero que no deja de hacer cosas extraordinarias. Le queda una, la mayor de todas: el anillo. El último reto del príncipe de la NBA, que se enfrenta al Rey LeBron con el cartel de favorito y sin atisbo de vértigo. Ha llevado a su equipo a 79 victorias desde que comenzó la temporada. Sólo quedan cuatro más. Sólo…
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