
Parecía un día tranquilo: sol en lo alto y una fuga de la que hablar.
Lo siguió pareciendo hasta el último kilómetro. Fue entonces cuando se
desplomó el líder. Lo extraño es que nadie le disparó: Tony Martin
perdió el equilibrio y se abalanzó sobre los ciclistas que circulaban a
su derecha: Nibali y Nairo, entre otros. Froome salvó el derrumbe por
centímetros. La explicación es que el maillot amarillo hizo el afilador:
en el ciclismo y en la carretera paga quien golpea por detrás.
Tony Martin fue el responsable y el más perjudicado: incapaz de
apoyar el brazo izquierdo en el manillar, alcanzó la meta empujado por
sus compañeros. La imagen hubiera servido para terminar una buena
película del Oeste, cambien las bicis por los caballos.
No tardó en confirmarse el diagnóstico: fractura de clavícula. Tony
Martin comunicó que haría lo posible por seguir en carrera. Así debe
responder un líder y así lo hizo Pascal Simon en el Tour de 1983:
resistió seis etapas con un omóplato roto antes de abandonar. A cambio
de la tortura se ganó un lugar en la historia, sección de líderes
fracturados.
Martin, sin embargo, no podrá seguir. La clavícula es el punto débil
de los cuerpos más resistentes que existen. Sobre la gafancia del color
amarillo ya hay mucho escrito y está todo confirmado.
El susto no fue a mayores para el resto de implicados. El tiempo no
corría porque el accidente se localizaba en los tres últimos kilómetros,
la distancia de protección. Para Nibali y Nairo debió ser mayor la
impresión que el golpe. Froome todavía debe estar resoplando.
La jornada resultó cruelmente agridulce para el equipo Etixx:
mientras Tony Martin cruzaba la meta malherido, su compañero Stybar
celebraba el triunfo de etapa. El checo aprovechó el desconcierto de la
caída para sumar su primer triunfo en el Tour. Sagan, fiel a su
costumbre, se presentó en segundo lugar, por tercera vez en seis etapas.
Figura. La escapada del día nos dejó un protagonista
mucho más que exótico: Teklehaimanot. El eritreo arrebató el maillot de
la Montaña a Purito, después de coronar el primero tres cotas de
cuarta. Al vestirse hoy de lunares habrá cumplido su sueño de niño, ser
rey de la Montaña del Tour.
Teklehaimanot es una excepción en sí mismo. Él y su compatriota Kudus
(21 años) son los primeros ciclistas del África negra que disputan el
Tour y además lo hacen en el primer equipo subsahariano que participa en
la carrera.
A partir de ahí todo es una aventura. Los dos eritreos en competición
han necesitado un permiso presidencial para viajar a Francia. No en
vano, Eritrea es un país tan hermético como Corea del Norte y según
Reporteros sin Fronteras ocupa el último lugar del ránking mundial en
libertad de prensa, con peores índices que los coreanos, Turkmenistán o
Siria.
Si hay ciclistas después de treinta años de guerra es porque Eritrea
fue colonia italiana entre 1890 y 1941. De ahí viene la afición de un
país con un Tour nacional que nació en 1946 y del que sólo se han
disputado catorce ediciones.
No hay quien lo dude: el ciclismo ayuda a conocer mundo y a descubrir héroes, no solamente amarillos.
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