miércoles, 12 de agosto de 2015

ESPN
 Barcelona se queda con el Joan Gamper
BARCELONA -- Minuto 115. Glorioso minuto 115 para la historia del Barça en la Supercopa de Europa y para la leyenda de Pedro Rodríguez, quien quizá disputó sus últimos minutos de azulgrana para darle el título en la prórroga. En el mismo minuto 115 que hace seis años, en 2009, marcó el gol de la victoria en Mónaco frente al Shakhtar Donetsk.
De la remontada a la goleada, de la goleada al derrumbe y del derrumbe al sufrimiento y al éxtasis. El FC Barcelona se convirtió en Georgia en el Rey de la Supercopa de Europa, igualando los cinco títulos del Milan y después de imponerse al Sevilla en un partido extraño que comenzó perdiendo, remontó hasta la goleada con una exhibición y acabó sufriéndolo como nadie pudo imaginar hasta que Pedro apareció.
Apareció el canario olvidándose de protestas por una mano, dejando a todos parados mirando al árbitro y fusilando a Beto tras su rechace al obús raso de de Messi. Logró poner un broche de oro a su carrera en azulgrana a pesar de que el Sevilla no se entregó nunca. Jamás. Y tras ese 5-4 aún tuvo dos ocasiones de oro para volver a igualar.
Acabó ganando el Barça un partido enorme para el espectador y terrible para los entrenadores, con errores garrafales en una película con varios guiones pero uno por encima de todos: el Sevilla es un equipo mayúsculo, que no se rindió ni con el 4-1 en contra y condujo el partido hasta la prórroga contra toda lógica.
Antes, el campeón de la Champions mostró sus galones a la orden de un Messi superlativo, que en dos disparos a balón parado dio la vuelta al sorprendente inicial gol de Banega, también de falta y vivió durante muchos minutos una felicidad enorme, en una primera parte en la que arrolló en fútbol al Sevilla para cerrarla con un 3-1 que se adivinaba definitivo antes del 4-1 de Suárez, a los 52 minutos, que mostraba una goleada sin paliativos.
¿Qué le pasó al Barcelona? Se le fundieron los plomos en cuanto el físico y el desgaste pasaron factura… Y se convirtió en un chiste defensivo, con Mathieu señalado al lado de un Mascherano que le dejó vendido en el 4-2 de Reyes y no atendió el centro al que ya no acudía Piqué para que el francés cometiera penalti.
Empujado por un sueño imposible, el Sevilla resucitó de un aplastamiento para que Konoplyanka redondease el milagro con el 4-4 cuando el aire no le llegaba a los pulmones al Barça. Alucinado en la mirada y pesado en las piernas, Messi parecía no dar crédito a lo sucedido. Imposible de imaginar, la final se iba a la prórroga.
Y allí apareció Pedro entrando por Mascherano para dejar de ser un simple secundario y volver a ser el principal de los protagonistas. Fue el final de una final increíble. La más increíble de la historia de este torneo para darle el poker de títulos a este Barça que buscará el repoker en la Supercopa de España. Del sextete ya habrá tiempo para hablar.
Al cabo de los dos goles de Messi para provocar la remontada, el Barça condujo el partido a un festín, dando la sensación que en la capital de Georgia se mostraba al mundo del fútbol a un equipo majestuoso que no se había marchado de vacaciones y que nunca debió preguntarse por Neymar. Poco parecía en algunos momentos que el Barça mantendría su cita con la historia de sus éxitos en este torneo, sufriendo hasta el último suspiro…
Luis Enrique sorprendió, pero menos, apartando de la titularidad a Pedro a favor de Rafinha. Tan evidente parecía la alineación del canario, que Roberto Fernández, el nuevo secretario técnico azulgrana, puso luz al admitir que Pedro había pedido su salida del club, convirtiendo en lógica su ausencia. El cambio de nombres no provocó un cambio de dibujo evidente, pero no hizo falta para que el Sevilla sufriera un suplicio durante muchos minutos.
Nadie en ese momento sospechaba el final de la final, el desenlace de la película. Probablemente ni el propio Pedro, quien antes del comienzo ni calentó con los suplentes.
El Barça condujo el choque en modo aplastamiento, sin dejar respirar al contrario y con una extraña y llamativa puesta a punto física que hace una semana, al regreso de Estados Unidos, parecía una quimera. En silencio parecía que el Sevilla de Unai Emery preparaba más a conciencia el duelo hasta que a la hora de la verdad la realidad le explotó en la cara al equipo andaluz, a quien primero Messi en particular y después el Barça en conjunto le arrodilló sin miramientos.
Al cuarto de hora habían subido tres goles al marcador en tres libres directos a cual más espectacular. Y cuando el Sevilla, en la recta final del primer tiempo, pareció tener arrestos para discutir el triunfo azulgrana, un error garrafal de su defensa habilitó a Suárez para fallar primero un gol fácil y regalárselo después brillantemente a Rafinha.

Aquel 3-1 en el último suspiro del primer acto enterró al Sevilla, que pareció entregarse tras el 4-1 a los 52 minutos. Sentenciada la final, conquistada la Supercopa de Europa. Finiquitada la fiesta. Eso debió pensar, sospechar y asegurar cualquiera menos Unai Emery. Si iba a volver a perder contra el Barça lo haría con grandeza.
Enorme, el Sevilla aprovechó el desplome en la concentración azulgrana para meterse en el partido. 4-2, 4-3… 4-4. Imposible de pensarlo, era una realidad. Y se llegó a la prórroga con los dos equipos prácticamente rotos en el físico y el Barça destrozado, o eso parecía, en el aspecto anímico.
Hace diez años, en Estambul, el Liverpool conquistó la Champions más imposible de la historia (con permiso de la final de 1999) al remontar un 3-0 al Milan que le entregó el título en los penalties. Debió soñar con ello unos instantes Unai Emery… Pero esta vez no se llegó a esa tanda porque lo evitó Pedro en el minuto 115. Y porque la fortuna le dio la espalda a su Sevilla en las dos últimas ocasiones de la prórroga.

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