l karma me recompensará algún día, sería injusto acumular tanta mala
suerte”, solía lamentarse. Acostumbrado a los segundos puestos, a
acariciar Monumentos y etapas en grandes rondas, atropellado por una moto en la Vuelta... “El destino me la debía”, confirmó antes de colgarse el oro. Peter Sagan conquistó su primer Mundial gracias a un tremendo estacazo en el tramo más duro de 23 Street, el penúltimo repecho adoquinado del circuito de Richmond.
Aunque pudo esperar a una resolución en un grupo reducido, el eslovaco
se marchó en solitario hacia el arcoíris sin mirar atrás, con tres
kilómetros por completar. Sin el respaldo de ningún compatriota: “Hice
un único ataque, pero lo realicé en el momento oportuno, con todas mis
fuerzas. Se trata de mi victoria más importante. Quería ganar a lo
campeón”. Y lo consiguió. A su espectacular despliegue de
potencia y talento, se unió el show al cruzar la meta. A sus 25 años,
Sagan es uno de los ciclistas con más tirón a nivel internacional, y
aprovechó la situación para sentirse como una estrella de rock: choques
de mano con los rivales que llegaban más tarde, caballitos, casco y
guantes para el público, besos con su novia. “Virginia is for lovers”,
describe el eslogan del estado norteamericano.
El australiano Michael Matthews, otro de la generación de 1990 (el sábado cumplió 25), se anotó el segundo puesto al sprint.
Tras lograr el oro Sub-23 en 2010, Matthews alcanzó su primera medalla
en la categoría absoluta. Por condiciones, seguramente habrá más. Superó al lituano Ramunas Navardauskas, de 27 años, un sólido rodador con una notable punta de velocidad. Cuarto terminó el noruego Alexander Kristoff y quinto, Alejandro Valverde. El murciano rompió una racha de tres ediciones consecutivas sin bajarse del podio, con tres bronces.
En esta ocasión, como en alguna otra, le penalizó la mala colocación
en la fase decisiva. “Iban muy rápido y no enganché”, asumió. Aunque
la Selección guardó recursos y energías para el final, en ninguna de
las tres últimas subidas se vieron maillots amarillos en cabeza.
El trazado daba para lo que daba (la chicha se comprimía en cuatro km),
pese a la animación de belgas y neerlandeses, y permanecer a la
expectativa no funcionó.
Países Bajos apostó desde el inicio por endurecer el ritmo y controlar la exótica fuga,
integrada por un colombiano (Alzate), un ucraniano (Khripta), un
irlandés (Dunne), un coreano (Park), un neozelandés (Sergent), un serbio
(Stevic), un rumano (Tvetcov)... y el único corredor natural de
Richmond, Ben King. El estadounidense se pegó el gustazo de saludar a
sus paisanos antes de que las cosas se pusieran serias.
La escapada fue neutralizada a 90 km y después surgieron cortes,
provocados por Bélgica en las cotas de pavés. A falta de dos vueltas,
cuando la distancia ya pesa en las piernas y los equipos asumen
responsabilidades, saltaron siete hombres peligrosos: el
defensor del título, Kwiatkowski, Boonen, Mollema, Stannard, Viviani,
Amador y Dani Moreno. Alemania se quemó en la persecución, dejó
solo a Degenkolb para el desenlace y el resto es historia: la que
escribió Sagan con su primer oro mundial. as.com
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