
TORONTO -- La fiesta se acabó en Toronto y la flama panamericana se apagó.
Más de 50 mil personas estallaron de emoción, nostalgia, orgullo y hasta
tristeza cuando la fiesta de clausura de los Juegos Panamericanos
comenzó a a ritmo del Cirque Du Soleil, apenas minutos antes de que las
banderas y los atletas aparecieran.
De nueva cuenta y por última vez en estos Juegos, la grama del Rogers
Centre se vistió con sus mejores galas para recibir uno a uno a los
verdaderos protagonistas, esos que durante más de dos semanas iluminaron
la tierra y el cielo canadiense.
Esos deportistas y entrenadores que brillaron por luz propia; esos que
aún estaban en Toronto después de correr, brincar, nadar, boxear, patear
o cualquier otra disciplina que se haya visto; todos con algo en común:
El máximo esfuerzo cada vez que salieron a defender su orgullo
deportivo y sobre todo a exponer los colores de sus patrias.
Llegaron los cánticos y bailes folcóricos, evocando a cada rincón
continental. Y los atletas seguían brillando, como lo hicieron en 36
deportes durante 17 días desde el 10 de julio.
Una fastuosa fiesta para los deportistas que jamás olvidarán cada
momento, cada instante y cada personaje que vieron cerca de ellos; menos
los 87 records panamericanos que se implantaron.
Comenzaron los discursos y los presentes, todos incluyendo a los
espectadores, ansiaban el fin de la burocracia para seguir con la
fiesta; nostalgia, pero fiesta al fin. Una despedida digna de la
magnitud de los Juegos.
Los 23 mil voluntarios, que también dejaron cuerpo, alma y corazón fueron reconocidos, como debe ser.
Agradecimientos por doquier, hasta a la paciencia de los habitantes de
Toronto por las incomodidades provocadas a su vida diaria. Izamientos de
bandera emotivos, de todo como suele suceder en este tipo de eventos.
Pero al final, otra vez todos, absolutamente todos, ya sólo querían que
el "reventón" siguiera, con los artistas prometidos, en especial uno, el
gran Pitbull.
Por fin llegó y cumplió Pitbull prendió el estadio como si la flama
olímpica se volviera a encender.
El gran ridículo de la noche se lo llevó el cantante Kanye West, quien
por poco se queda sin público, ya que muchos atletas comenzaron a salir
de la arena cuando empezó su actuación.
Después la afición comenzó a abuchear y combinado con problemas de audio, aventó el micrófono y se fue...
Toronto entregó la estafeta del último relevo panamericano a Perú, con
todos los honores que merece el próximo anfitrión, aunque también con la
responsabilidad de superar o al menos igualar una organización y
majestuosidad casi inverosímil.
Se apagó la luz del Roger Centre y se acabaron los Juegos Panamericanos.
Adiós Toronto, nos vemos en Lima!
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