
Una Italia que ganó con zozobra. Amarró en puerto con medio barco
inundado, sin jugar a nada más allá de los impulsos de sus estrellas.
Figuras de diferentes alturas, pero que básicamente apuestan por lo
mismo. Por amasar el balón, por forzar el uno contra uno y por tirar. No
hay armazón colectivo. Y el mejor de todos, Gallinari, vio el final del encuentro desde el banquillo tras ser eliminado por cinco faltas en un día aciago (4 puntos y 10 rebotes). Venció Italia estirando el pecho sobre la línea de llegada.
El rival, una de las selecciones más flojas del torneo, vivió de sus
nueve triples (apenas doce canastas de dos), aunque movió con más
criterio el balón.
A los últimos tres minutos se llegó con empate técnico (62-62). Los
de Pianigiani fallaban casi dos de cada tres lanzamientos. Y entonces, con el desenlace por escribir, Pietro Aradori (exjugador del Estudiantes) le robó el protagonismo a los Belinelli, Gentile, Datome, Bargnani y compañía.
Forzó un 2+1, reboteó y sacó dos tiros libres que encarrilaron el
triunfo: 62-67 a 1:45. Los cinco puntos que anotó llegaron de golpe, en
catarata decisiva. Gentile terminó como el jugador con mejores números
(21 tantos), un apunte individual dentro del suspenso colectivo. Islandia fue más pasional con Haukur Palsson (17), Jon Stefansson (11) y Hylnur Baeringsson (14) destacados. Pero la diferencia de calidad era muy, muy grande.
A un solo duelo Italia puede tumbar a cualquiera abrazada a una
sucesión de aciertos personales. Que no se relaje España este martes. as
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