Si algo caracterizó el pasado Giro fue que cada día ocurría algo
sobresaliente y cuando no sucedía lo provocaba Alberto Contador. Eso
hizo que la carrera tuviera una emoción permanente, sin distinción entre
el llano y la montaña. El presente Tour lleva el mismo camino. La
segunda jornada, un turbulento paseo por los diques de Holanda, nos dejó
unas diferencias que hubieran convertido en épica cualquier etapa
reina. Sopló el viento (bufó Contador) y la consecuencia es que Nibali y
Quintana perdieron alrededor de minuto y medio, tiempo que querrán
recuperar a partir de hoy; nada escuece tanto como el orgullo herido.
El panorama actual es tan formidable como asombroso. Froome es líder
en la general de los favoritos, con doce segundos sobre Contador, 1:21
con respecto a Nibali y 1:39 en relación a Quintana. La situación de
estos dos últimos es crítica: el italiano debe ganar tiempo antes de la
montaña y el colombiano no puede perder ni un segundo más.
Así las cosas, hoy se espera variado fuego de artillería. A la
dificultad explosiva que plantea el Muro de Huy (1,3 km al 9%) se añade
un elevado número de ciclistas en busca de un triunfo o una venganza.
Podríamos decir que habrá tortas para llegar colocado pero no sería
cierto: habrá codazos, puñetazos e insultos en esperanto. Un magnífico
modo de entretener la espera del pavés.
Hasta que se reanuden las hostilidades disfrutaremos de lo ocurrido
ayer. En 166 kilómetros los ciclistas disfrutaron del cambiante verano
del norte de Europa: lluvia racheada, viento tarifeño y algún rayito de
sol. En tales condiciones, los abanicos no se hicieron esperar. A cien
kilómetros de meta, Contador comenzó a gritar a sus compañeros desde las
posiciones de cabeza. No importa si dijo “avanti”, “go ahead”, “arread”
o “espartanos”. Lo fundamental es que le entendieron. Purito y Valverde
fueron los damnificados más relevantes.
Aunque la calma volvió al pelotón, no todos tomaron nota. En la
siguiente sacudida se descolgó Nairo Quintana y en una posterior fue
Nibali quien cayó en la trampa. Entre el Tinkoff y el Lotto Soudal
habían dinamitado la etapa: veinticinco por delante y el mundo por
detrás, incluida la armada francesa: Pinot, Péraud y Bardet. Sólo
Barguil, quizá el talento más salvaje de la armée, se salvaba de la
quema.
Por delante, Contador disponía de cuatro escoltas (Sagan, Kreuziger,
Rogers y Bennati) y Froome de dos (Thomas y Stannard). Van Garderen,
eterna promesa, viajaba con tres escuderos y Urán con cinco, algunos con
tantos o más galones que él (Cavendish, Tony Martin, Kwiatkowski...).
El resumen es que tanto Sky como BMC racanearon en los relevos, razón
por la cual Tinkoff se entregó con reservas y la ventaja no alcanzó los
dos minutos.
Dique. Greipel se impuso en el sprint a Sagan, que
continúa con su maldición del pasado año (cuatro segundos puestos).
Cancellara bonificó para ser líder y el Etixx se quedó con cara de
acelga: ni Martin se vistió de amarillo ni Cavendish ganó su 26ª etapa,
asunto que celebramos. Cav se encuentra a tres victorias de Hinault y
seis de Merckx. Que vivan los diques de Holanda.
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