Peyton Manning empezó lento el año y las preguntas en torno a cualquier veterano están aquí.LE TOMA 15 MINUTOS a Peyton Manning retirarse la armadura después de un partido.
Comienza por los zapatos, los cuales sufre para desatar sin
asistencia. Un utilero de los Broncos le ayuda a retirarlos de sus pies
mientras él da una entrevista para radio, porque casi después de 25 años
de fútbol americano desde sus días de preparatoria, es un alivio no
tener que agacharse tanto. Después vienen sus hombreras, las cuales,
cuando pasan por encima de su cabeza, generan un rugido que es mezcla de
dolor y dulce descanso. Los pálidos brazos de Manning y su torso están
cubiertos por raspones nuevos y viejas heridas, algunas del color de
fresas, otras parecen berenjenas.
Sus calcetas salen tras varios intentos, revelando dedos chuecos y
doblados en ángulos obtusos. Cuando se quita la rodillera de la pierna
izquierda, hace dos pausas para sonreír y otra para tomar aliento, antes
de removerla y dársela a un utilero. Mientras va deshaciendo las
gruesas capas de la cinta adhesiva que abraza sus tobillos, se ve como
un cirujano operando su propia pierna, sin anestesia.
Cuando termina, se incorpora, con las articulaciones tronando,
pedazos de cinta y pasto todavía pegados a su piel. Acaba de completar
una victoria por remontada sobre los Chiefs en el Arrowhead Stadium en
la Semana 2, y una marea de mensajes de texto inunda su teléfono, el
cual porta una foto de sus gemelos de 4 años, Marshall y Mosley, en su
fondo de pantalla. No se puede resistir leer algunos y expresar su
agrado. Se coloca una toalla sobre los hombros, pero la retorcida y
rosada cicatriz de su nuca sigue visible, evidencia de las cuatro
cirugías de cuello que ha visto para atender un nervio aplastado,
hernias discales y una fusión de vértebra. Debido a la victoria --la N°
181 de su carrera-- Manning sonríe mientras camina arrastrando un pie
hacia las regaderas. Si así es como se siente en una noche buena, con
sólo dos juegos en su año N° 18, traten de imaginar las malas.
Es difícil no preguntarse: ¿por cuánto tiempo, posiblemente, puede mantener este paso?
AP PhotoManning, quien nunca ha visto más de 27 capturas en un año, ha sido derribado siete veces este año.
Nadie sabe la respuesta, por supuesto. Pero mientras avanza la
campaña, el acto de Manning por mantener la incertidumbre entre los
aficionados, será una de las caminatas en cuerda floja más fascinantes
en la historia moderna del deporte.
Cuando se observan sus muecas y gestos tras cada golpe, y miran sus
pases flotar y morir en el viento, cuando trata de rolar y sus pies se
mueven como si luchara contra un suelo nevado, la única conclusión
lógica es que ya está acabado. Se agotó la magia. No más remontadas
milagrosas. Una carrera destacada alcanza, por triste que parezca, su
lógico final.
Después sale al campo y te engaña de nuevo.
Es una maravilla ver a su cerebro calcular riesgos en tiempo real,
verlo pensar su salida de los problemas, usando una mezcla de
anticipación y engaño para compensar un brazo lanzador entre lo más
débil de la NFL. Para la Semana 2, tenía un Total QBR de 41.0, 29° de la
liga. Promediaba apenas 215.5 yardas aéreas por juego con 58.8 por
ciento de sus intentos de pase completados. Lo habían capturado siete
veces. Sus números no eran tan bajos desde su año novato. Y aun así, su
equipo es ganador.
Contra los Chiefs, cada vez que el balón dejaba su mano, daba la
impresión de alejarse flotando para ser interceptado. Uno sí fue robado y
devuelto a touchdown, su tercero en un período de cuatro juegos de
temporada regular. Se marchó molesto hacia la banca con las manos en la
cintura, asomando una persecución a medio ritmo mientras Marcus Peters
marchaba a las diagonales. Sin embargo, vino la cuerda floja: Manning
remontó en el segundo medio y lanzó un touchdown, derrotando a los
Chiefs por décima ocasión consecutiva. En el proceso, alcanzó 70 mil
yardas aéreas para unirse a Brett Favre entre los mariscales de campo de
la NFL, mandando un mensaje --al menos metafórico-- a las legiones que
insisten su final.
"No soy mucho de discursos", expresó Manning una vez que el coach
Gary Kubiak le entregó el balón del juego. "Pero, gran maldita
victoria".
Por lo menos deben admirar la audacia del hombre.
AP PhotoUn propietario de múltiples récords, Manning ha visto un declive en sus números desde el 2014.
EN CUANTO COMENZÓ, quedó claro que la lluvia sería un problema.
Los Broncos estaban cerrados en una batalla de último cuarto frente a
los Bengals avanzada la temporada pasada, un juego que hubiese ayudado a
decidir la ventaja de local a lo largo de los playoffs. Cada pase ya
tenía el potencial de definir el juego. Abajo por 30-28, Manning
retrocedió para lanzar y pareció entrar en pánico, como si percibiera la
carga defensiva, aunque no tenía a nadie cerca. Apuró su disparó desde
el pie trasero, flotando un "pato" en dirección a Demaryius Thomas. El
esquinero de los Bengals, Dre Kirkpatrick, apareció, interceptó el pase y
lo devolvió a touchdown. Prácticamente, Manning no lo persiguió. El
balón del juego. Era su cuarta intercepción lanzada ese día.
Esa jugada perfiló la turbulenta postemporada de los Broncos, meses
marcados por un sorpresivo cambio de coach, una amarga reestructuración
de contrato y las insistentes preguntas, dentro y fuera del edificio,
sobre Manning. ¿Estaba dispuesto, uno de los controladores más famosos
de la liga, a aprehender una nueva ofensiva diseñada para aligerar la
carga de sus hombros? Y la realidad de que, si los Broncos ganan un
Super Bowl esta temporada, ¿lo harán con el futuro Salón de la Fama como
parte del equipo, no su cargador?
Con todo y lo anterior, Manning terminó el año como uno de los
mejores, en términos estadísticos, completando 66 por ciento de sus
pases y lanzando para 4,727 yardas y 39 touchdowns. Su Total QBR de 75.1
fue el 3° mejor de la NFL, sólo detrás de Tony Romo y Aaron Rodgers.
Pero su fortaleza de brazo se deterioró rápidamente, y un músculo
estirado en el cuádriceps durante el último mes de la temporada, limitó
su habilidad de plantarse para lanzar y darle potencia al envío
acompañando con su cuerpo bajo.
Una vez finalizada la campaña de Denver --con una sorprendente
derrota en Ronda Divisional ante los Colts, en la cual Andrew Luck
realizó todos los envíos que Manning ya no se veía capaz de hacer-- los
rumores comenzaron sobre un compromiso parcial del gerente general John
Elway hacia el regreso de Manning. Se reportó que Elway le pidió a
Manning absorber un recorte salarial, prometiendo usar el dinero para
mejorar su elenco de apoyo. Durante un breve momento, algunos en el
edificio creyeron que la carrera de Manning continuaría en otro lugar.
Los Broncos y Manning acordaron un recorte de 4 millones. Después,
Elway se dispuso a recrear sus propios años finales para Manning,
periodos en que ganó dos Super Bowls no cargando a la ofensiva, sino
conduciéndola. Elway contrató a Kubiak --su suplente durante sus
primeras campañas y coordinador ofensivo en las últimas-- para instalar
una versión moderna del esquema que Denver corría en los 90. El plan era
que Manning descansara más durante la semana y cediera el ovoide los
domingos. Todo estaba diseñado para evadir otro 2014. Manning no sólo
necesitaba salud en enero, sino poder realizar todos los envíos.
En el 2012, Elway convenció a Manning de firmar con Denver al
prometerle hacer todo en su poder para volverlo el mejor mariscal de
campo en la historia. Ambos saben que los Super Bowls son el desempate
entre Manning y Tom Brady, así como funcionaron para Elway y Dan Marino.
"Pienso que con Peyton, obviamente no hay mucho que se pueda agregar a
su legado", declaró Elway a la prensa durante la temporada baja. "Sí
pienso que lo único que puede sumar es otro anillo de Super Bowl. Pienso
que, en el lugar donde está Peyton, como le dije en nuestra reunión,
'no necesitas lanzar para otra yarda, ni otro pase de touchdown, porque
tu legado estará entre los mejores de la historia tal cual está'. Sí
puede aportar a su legado ganando un Super Bowl".
Entonces, para acentuar su legado a largo plazo, Manning estaba
dispuesto a ceder un poco del mismo a corto plazo. Las reseñas tempranas
del campamento de entrenamiento eran mezcladas, y existía un miedo
palpable en la organización que los malos juegos --o incluso algunas
series de tres y nada-- podrían amargar el experimento. Manning y toda
la ofensiva se vieron descoordinados en la victoria inicial sobre
Baltimore. Lanzó apenas para 175 yardas en la victoria por 19-13. Dos
veces falló a un receptor desmarcado en lo profundo para touchdown. Sus
4.38 yardas por intento marcaron la cuarta cifra más baja en su carrera
durante juegos de al menos 10 pases lanzados. Manning advirtió a los
aficionados no enfocarse mucho en un solo partido, pero todos lo
hicieron.
"Pienso que [Manning y Kubiak] se sentirán cada vez más cómodos
mutuamente y obtendrán una sensación de cómo llevar los partidos
mientras avanza la temporada", declaró el ala cerrada Owen Daniels. "Con
Peyton, él lleva haciéndolo mucho tiempo. Ahora está aprendiendo lo que
quiere hacer el coach Kubiak. Es realmente altruista que él quiera
aprender todo lo nuevo y ser parte de eso".
En la mañana del juego de los Chiefs, Manning se unió a sus
compañeros en el lobby del hotel para desayunar. Él pidió un omelette,
se sentó en una mesa cercana a la televisión y, en cuanto se dispuso a
comer, vio su nombre en la barra lateral del noticiario: Al volver, los
Problemas de Peyton. Manning sacudió la cabeza.
"Si uno de nosotros tiene un mal partido, la gente quiere decir,
'este tipo no es lo que solía ser. Ya pasó su mejor momento'", consideró
el liniero ofensivo Evan Mathis. "Bueno, está bien, pero es una muestra
muy pequeña hasta ahora. Esa es una marca auténtica de un jugador
grande, la habilidad de enfocarse. Debes enfocarte entre mucha
controversia y mucha m...".
El enfoque es precisamente lo que prefiere Manning. Y en este día de
partido, no quiso escuchar a los críticos diagnosticar sus "fallas". Se
llevó el desayuno al pasillo y comió por su parte.
AP PhotoManning no ha perdido ante KC desde el 2004. ¿Estaré en buen nivel para la revancha de Semana 10?
ES UNA VERDAD pocas veces dicha sobre Manning, pero siempre ha
lanzado pases que bailan en el aire. Incluso cuando rompía marcas en
uniforme de los Colts, y cuando era el hijo pródigo de la Universidad de
Tennessee, sus pases titubeaban en ocasiones. Él vio al deporte como
una partida de ajedrez, leyó a las defensivas como su tuviese una
computadora en el cerebro, pero también sus mejores lances temblaban. El
balón sí lograba la espiral aérea, y solía arribar en las manos del
receptor en el instante perfecto, pero rara vez se le veía la belleza de
un poste profundo de Brady o un láser de Rodgers hacia el tercio
exterior del campo. En la mayoría de las ocasiones, no importaba. Él era
demasiado bueno para que importara.
Es difícil de argumentar, no obstante, que esa insignificancia se
mantiene. Es posible que la pérdida de sensación en los puntos de sus
dedos derechos --un efecto secundario de sus cirugías de cuello y daño a
los nervios-- finalmente le esté pesando. Cuando sus mecánicas se
entorpecen, da la impresión que lanza bolas de nudillos hacia sus
receptores. (Completó apenas 25 por ciento de sus pases que viajaron más
de 15 yardas hasta la Semana 2, empatado en el último lugar de la
liga). Después del pase interceptado por Peters que dio ventaja de 14-0 a
Kansas City, parecíamos tener a la versión de Manning vista el año
pasado contra los Bengals.
El genio de Manning, no obstante, es que comprende sus fortalezas y
limitantes mejor que nadie más sobre el campo. Es un poco inquietante
ver a un gran atleta tan reducido físicamente, pero también resulta
inspirador ver a un --tratando de ser amable-- mariscal de campo
veterano sobreviviendo con base en poder cerebral y prestidigitación.
Tras un miserable arranque de campaña, Kubiak cedió un poco del
control creativo y tuvo a Manning al frente de la escopeta. "Estamos
tratando de ayudarlo con mejor fútbol americano", dijo Kubiak. "Pero
también sabemos que él está muy cómodo [en la escopeta], entonces
tratamos de hallar una media entre ambos, y pienso que será bueno para
el equipo. Él tomó el control y nosotros lo insertamos en ese ambiente".
"No sé por qué hay tantas personas que quieren ver a un gran jugador
en su declive", sostuvo Daniels. "¿Por qué forzar la historia? Estamos
aprendiendo una ofensiva nueva. Definitivamente vamos a mejorar conforme
avanza el año. Vamos a hallar nuestra identidad. Pienso que Peyton
merece mucho más respeto".
¿Será capaz de hacerlo dentro de un mes? O, mejor aún, ¿podrá jugar
bien cuando se acerque enero? Su naturaleza le pide confiar en el
cerebro para sobrevivir en los días que su cuerpo está agotado, incluso
si enfrenta el frío, la lluvia o Bill Belichick. Pero, ¿cuántas veces
puede un hombre superar a sus rivales por experiencia? En algún punto,
¿es audacia o locura?
Es difícil no encogerse en nombre mientras él espera en el campo,
tras el juego de los Chiefs, para hablar con un reportero de televisión.
Al tiempo que sus compañeros trotaban detrás de él, varios lo palmeaban
en los hombros con emoción. Él sonreía como chico de preparatoria, pero
cada vez que lo felicitaban, mostraba su dolor, viéndose como cualquier
hombre de 39 años con un cuello adolorido que deseaba anticipar mejor
los golpes y así estar listo para una celebración tan jubilosa. espn
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