Con el número 52 del pasado draft, Dallas Mavericks eligió a Satnam Singh Bhamara, un inacabable (2,18 y 132 kilos) pívot de 19 años que se convirtió ese día (25 de junio de 2015), en el primer jugador nacido en la India que era drafteado por una franquicia NBA. Sólo unos meses después del debut con Sacramento Kings de Sim Bhullar,
de ascendencia india pero nacido en Canadá, y después de pasar por la
IMG de Florida con un promedio de 9,2 puntos, 8,4 rebotes, 2,2 tapones… y
ni una sola oferta para dar el salto a la NCAA.
Satnam Singh nació en Ballo Ke, en el distrito de Punjab: una población de menos de 800 habitantes cerca de la frontera con Pakistán
en la que su familia cultiva trigo y piensa (o más bien pensaba) en
cualquier cosa menos en baloncesto. A su padre, también gigantesco
aunque algo más bajo que él, le sugirieron que probara con el deporte de
la canasta. Pero no era cricket, ni hockey. Ni siquiera fútbol. Así que
se negó. Después, el baloncesto volvió a él de forma ya irrechazable
cuando su hijo mediano, Satnam, era más alto a los nueve años que casi todos los adultos del pueblo. Ahora un excelente artículo de Nida Najar para el New York Times recorre su viaje hasta la NBA y el impacto que ha tenido en su familia… y en su pueblo.
En Ballo Ke nadie vuelve la vista cuando el enorme Balbir Singh
Bamarah, el padre de Satnam, recorre las calles en dirección a la gurdwara, el templo donde rezan los seguidores del sijismo,
un culto surgido a caballo entre la unión y el conflicto del hinduismo y
el Islam y que es la novena religión del mundo por número de creyentes.
Junto al resto de sijes, aquel 25 de junio, pidieron paz, prosperidad, salud… y un puesto en el draft de la NBA para el hijo de Balbir.
“No tenían ni idea de lo que eran ni la NBA ni mucho menos el draft.
Después se fueron enterando”, dice Sarabjot Kaur, la hermana pequeña de
un Satnam cuya elección abrió portada en los periódicos de su país y
provocó una fiesta improvisada en su pequeño pueblo, que se sentía
“honrado” por lo que se consideraba una hazaña.
Una hazaña… y una puerta al futuro. Ahora sus
habitantes miran más allá de la tradición de que sus hijos hereden su
trabajo como agricultores: “Queremos que Satnam llegue todavía más
lejos, que sea un referente que nos ayude a progresar”. “El baloncesto es un regalo de Dios”, asegura el padre de Satnam, que pesó casi cinco kilos al nacer, “todo lo que está consiguiendo es gracias al baloncesto”.
Y el baloncesto sueña ahora con encontrar nuevos talentos en esa zona
en la que jamás ha sido ni un deporte mayoritario ni mucho menos un
hecho cultural. Teja Singh Dhaliwal, gestor de la Asociación de Baloncesto de la región de Punjab, cree que hay materia prima porque los chicos de esa zona son descendientes de guerreros especialmente temibles:
“Son guerreros. Tienen que enfrentar a todo. Frío intenso, calor
extremo… aquí somos guerreros, nuestra fuerza está en nuestra sangre”.
0 comentarios:
Publicar un comentario