
La rivalidad en boxeo, entre mexicanos y boricuas, para muchos nació
el 26 de junio de 1934, cuando el peso gallo Sixto Escobar ganó el
primer título mundial para la isla, luego de noquear en nueve asaltos al
mexicano Rodolfo Casanova. Para otros, no obstante, la "guerra sin
cuartel" comenzó el 21 de agosto de 1981, cuando el campeón súper
gallo boricua Wilfredo Gómez, subió al peso pluma para retar al mexicano
Salvador Sánchez, ante quien perdería por KO.
Es posible que muchos historiadores le acierten estableciendo el año
1981 como inicio oficial de las hostilidades con una victoria mexicana o
por el contrario, aquellos que defienden el año 1934 como verdadero
comienzo de la rivalidad con un KO propinado por un boricua a un
mexicano, sean los que tienen la razón. Aceptemos esa discrepancia como
la madre de todas las controversias, en una rivalidad a la cual nunca
le faltó, ni le falta ni tampoco le faltarán polémicas similares.
En ese territorio del corazón, donde manda la pasión del fanático, es
difícil aceptar la derrota, reconocer la victoria o aplaudir una
decisión arbitral cuando afecta a nuestros ídolos. Ese fue el eterno
libreto en la larga historia de enfrentamientos protagonizados por
figuras legendarias de ayer y de hoy.
Así desfilan por la memoria los Salvador Sánchez, Wilfredo Gómez, Edwin
Rosario, José Luis Ramírez, Julio Cesar Chávez, Héctor Macho Camacho,
Guadalupe Pintor, Antonio Margarito, Giovanni Segura, Iván Calderón,
Juan Manuel López y tantos otros de una lista interminable Ninguna
victoria lo fue absoluta ni ninguna derrota lo fue completa. Siempre el
fanático encontró una disculpa para el mal rendimiento o una
apasionada exaltación patriótica para venerar el triunfo. Pero nada de
eso se compara al nivel del termómetro de la pasión, en aquellas
batallas que se extendieron hasta la distancia sin un claro ganador.
Fueron muchas las peleas donde los jueces ratificaron lo que unos
pensaban o se equivocaron de acuerdo a lo que los demás esperaban. Y en
ese grupo, por más de una razón, la llamada "Batalla del Milenio"
entre Oscar de la Hoya y Félix "Tito" Trinidad, se lleva todos los
premios.
La pelea que se realizó en el Mandalay Bay de Las Vegas, el 18 de
septiembre de 1999, enfrentaba a dos campeones invictos, en el auge de
sus carreras y reviviendo la histórica rivalidad, fue víctima de la
controversia antes y después del pleito.
En lo previo, para muchos Oscar de la Hoya, hijo de padres mexicanos,
pero que nació en Estados Unidos, no podía ser considerado como mexicano
a los efectos de la rivalidad. La segunda controversia, se produjo con
el resultado de la pelea, que venció Trinidad por decisión mayoritaria,
en un fallo cuestionado hasta hoy por los fanáticos del Golden Boy.
El enfrentamiento, pese a lo emotivo, no fue todo lo entretenido que la
afición esperaba para un duelo entre dos grandes figuras. De la Hoya
consiguió controlar el ritmo del combate y hasta el octavo asalto se le
veía como un cómodo vencedor. Sin embargo, al promediar la batalla, al
parecer debido al cansancio, aflojó el ritmo y permitió la "arremetida"
de Tito. El boricua puso presión y empezó a llegarle con buenos golpes a
su rival, al cual la esquina había ordenado que no arriesgara y se
dedicara, en los últimos tres asaltos, a conservar su supuesta ventaja
en las tarjetas.
La supuesta ventaja no existía y la arremetida final de Trinidad le dio
la victoria por decisión mayoritaria. Para De la Hoya esa derrota no
solo acabó con su invicto, también fue el preámbulo de otras derrotas
que terminaron definitivamente con su aureola de invencible conquistada
en los años noventa.
La batalla fue un verdadero parte aguas en la carrera del Golden Boy y
quizás, por ello, la polémica por el resultado se mantuvo vigente en el
tiempo gracias la memoria colectiva de la fanaticada mexicana. Para la
misma no hubo dudas: el ganador fue De la Hoya, a lo cual los boricuas
responderán todo lo contrario, Trinidad fue un justo vencedor.
La polémica nunca morirá ni jamás existirá un criterio unificado para
aceptar la victoria de uno y la derrota de otro. Es natural que ello
suceda. En el boxeo las contiendas que se prolongan hasta el último
suspiro, con asaltos cerrados y desempeños equilibrados de los dos
rivales, a la justicia o injusticia del resultado, las dividirá un
espacio demasiado reducido. En esos casos, quedar a expensas del
criterio de los tres jueces, es apenas una cuestión de suerte donde sea
quien sea el ganador, nadie deberá cuestionarlo. Pero como ya dijimos,
es una utopía pretenderlo. La controversia jamás morirá.
La otra polémica, la nacionalidad de Oscar de la Hoya, posiblemente sea
un detalle donde la discusión encuentra menor asidero. En el presente,
son muchos los descendientes de mexicanos que han desarrollado sus
carreras boxísticas en EEUU y siguen siendo considerados como
mexicanos. Algo parecido a la situación que se da con la comunidad
boricua y sus descendientes nacidos en suelo estadounidense.
Tampoco debemos olvidar que Oscar de la Hoya recibió en el año 2002, la
constancia de nacionalización mexicana, así como la matrícula consular
número 200 mil que otorga el consulado de México en Los Ángeles, un año
después de haber contraído enlace con la cantante puertorriqueña Millie
Corretjer. Hasta diríamos que dentro de la rivalidad entre
puertorriqueños y mexicanos, su presencia es de un verdadero embajador.
De todas maneras y a los efectos del boxeo como deporte de multitudes,
estas diferencias entre fanáticos, sus polémicas eternas o su
rivalidad sin fin, no hace más que darle el abrigo de la pasión. Pasión
que ha sido el sostén de dos grandes escuelas del boxeo mundial y que el
igual que en la "Batalla del Milenio" entre Trinidad y De la Hoya en
1999, el próximo 21 de noviembre , con el combate entre Miguel Angel
Cotto y Saúl "Canelo" Alvarez, escribirá otra página de gloria en la
gran historia del boxeo mundial.ESPN.COM
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